Con la excepción de Marie Curie, ¿qué nombre de científicas o
qué hecho científico debido al trabajo de investigación de una mujer conocemos?
Las respuestas a ambas preguntas son
siempre reducidas. En cambio todas y todos recordamos a Einstein, Darwin, Galileo,
Arquímedes… La razón principal de este desconocimiento es la ocultación de la
actividad científica de las mujeres en
la historia de la ciencia.
La ciencia y la tecnología tradicional presentan un carácter
androcéntrico al haber sido elaboradas por hombres o por haber sido estos
quiénes han ostentado “la autoridad científica”. Esta “autoridad científica masculina” ha sido
responsable de la invisibilidad del saber científico femenino y de la
institución de mecanismos para excluir a
las mujeres de la ciencia. La historia
de la ciencia es una historia parcial y sesgada, ya que las huellas que las
mujeres han dejado de su producción científica han sido filtradas por la mirada
de los hombres que son quienes han escrito dicha historia. Es evidente pues que
la concepción tradicional de la ciencia debe ser revisada para darle una
dimensión más amplia y ecuánime que recoja las aportaciones y las experiencias
de las mujeres.
Y es que, a pesar del desconocimiento generalizado de su
actividad científica, el hecho real es que a lo largo de la historia ha habido
mujeres que han reclamado su espacio y han conseguido elaborar un saber propio.
1. PIONERAS
Desde la antigüedad las mujeres fueron las recolectoras de
hierbas medicinales, las que utilizaban técnicas obstétricas, las que curaban,
etc. Este papel lo ejercieron hasta la creación de las universidades durante los siglos XII al
XV cuando las mujeres fueron excluidas de los estudios oficiales de medicina.
Muchas de las antiguas sanadoras fueron calificadas como brujas y murieron
quemadas en la hoguera.
En el siglo XII se
produjo un gran movimiento religioso femenino: las hijas de los señores
feudales tomaban los votos en monasterios que paradójicamente se convirtieron
para ellas en espacios de libertad. Algunas de estas mujeres aprovechaban la
falta de obligaciones familiares para dedicarse al estudio, acceder al
conocimiento de la época, practicar la astronomía, la botánica y/o la medicina.
Un buen ejemplo es la
abadesa alemana Hildegarda de Bingen (1098-1179) la primera científica cuyos
escritos han llegado hasta nuestros días. Escribió obras de teología, una
enciclopedia de historia natural y varios tomos de medicina.
Hildegarda de Bingen
no fue la única, en un convento de Alsacia hubo otra abadesa, Herrad de
Landsberg (¿-1195), que escribió una importante obra científica titulada Hortus deliciarum, una enciclopedia de
religión, historia, astronomía, geografía, historia natural y botánica médica.
Herrad construyó además un gran hospital en las tierras del convento donde
trabajó como médica hasta su muerte.
En los siglos posteriores las cosas no fueron mejor para las
mujeres, a finales del XVII se institucionalizó la actividad científica, la
cual paso a desarrollarse completamente dentro de las universidades e
instituciones públicas. A partir de ese momento, las mujeres dedicadas a la
recolección de fósiles, plantas, etc quedaron relegadas a ser meras
aficionadas, alejándose por completo de la actividad científica “oficial”. Se
consideraba totalmente inadecuada cualquier incursión de las mujeres en actividades de experimentación científica ya
que se pensaba que no poseían facultades intelectuales para ello. Las
universidades permanecieron cerradas a las mujeres hasta la segunda mitad del
siglo XIX. En España no accedieron hasta 1910.
A pesar de todos los obstáculos, a lo largo de la historia
las mujeres buscaron y encontraron diferentes “soluciones” para vencer todas
estas dificultades y prohibiciones.
TRAVESTISMO MASCULINO
Una de ellas fue estudiar y ejercer su profesión vestidas de
hombres. Este fue el recurso utilizado
por la ateniense Agnodice (300 a C), que ejerció su profesión con éxito
entre las mujeres de la aristocracia. Los médicos atenienses se sintieron
celosos de sus éxitos y la denunciaron. Agnodice reveló entonces que era una
mujer y fue condenada a muerte. Las mujeres de la ciudad, algunas de ellas
esposas de los miembros del tribunal, se presentaron ante los jueces y
amenazaron con morir con ella si era ejecutada. Esta resistencia organizada dio
sus frutos y Agnodice no sólo fue liberada si no que además se le permitió
seguir ejerciendo la medicina vestida de mujer.
James Miranda Stuart
Barry (1795-1865) se disfrazó de hombre para poder matricularse en la
Universidad de Edimburgo. Se unió al ejército británico y fue nombrada inspector médico en el sur de
África. Vivió toda su vida como un hombre llamado James Barry, y solo cuando se
practicó su autopsia se descubrió que en realidad era una mujer.
Aparte de
J.M. Barry Stuart y Agnodice otras mujeres, como la suiza Henriette Faver Caven
(1781-1856) o la estadounidense Mary
Edwards Walter (1832-1919), se vieron obligadas a practicar el travestismo
masculino para poder ejercer la medicina.
LA COCINA COMO LABORATORIO
Otro recuso fue utilizar la cocina como único espacio posible
para realizar la parte experimental. Ese fue el caso de la química nacida en
Venecia Agnes Pockels (1862-1935), muy pronto su familia se trasladó a la Baja
Sajonia donde Agnes solo pudo asistir al Instituto Municipal para Niñas. Cuando
terminó sus estudios las universidades alemanas no admitían mujeres y cuando
finalizó la prohibición sus padres tampoco le permitieron matricularse. Su
hermano Friedrich estudió física y ella
utilizó sus libros para adquirir los conocimientos que necesitaba para
interpretar los fenómenos que ocurrían
entre los jabones y los aceites cuando lavaba los platos. Desarrolló un
dispositivo que le permitía estudiar la tensión superficial de las capas
grasientas en superficies acuosas. Sus trabajos fueron conocidos por Lord
Rayleigh, químico que trabajaba aspectos semejantes a los de Agnes y que
impulsó su publicación en la revista Nature en 1981 estableciendo las bases de
un nuevo campo científico. En 1932 se concedió el Premio Nobel a Irving
Langmuir por sus trabajos sobre la química de las superficies acuosas, que eran
una mejora y desarrollo del trabajo pionero de Agnes Pockels.
DOCTORADO IN ABSENTIA
En el siglo XIX
algunas científicas recurrieron
al doctorado “in absentia”. Sus tesis
eran presentadas públicamente por un
científico varón, normalmente el director del trabajo, ante la imposibilidad de
defenderlas ellas mismas. La matemática rusa Sofia Kovalevsky (1850-1891)
utilizó este mecanismo para obtener su doctorado en el año 1874.
LAS AYUDANTES
En la época de la gran depresión económica las universidades
americanas prohibieron que dos miembros de un matrimonio trabajasen juntos
dando por supuesto que el marido debía ocuparse de su esposa. Las mujeres
casadas eran discriminadas tanto a nivel profesional como a nivel de salario.
Como consecuencia, la única posibilidad que tenían de mantener su actividad
científica era enmascarándola como ayudantes de sus parejas o realizando
actividades auxiliares en los laboratorios. Las premios nobel Maria Goeppert-Mayer
(1906-1972) y Gerthy Teresa Radnitz Cori (1896-1957) fueron víctimas del nepotismo universitario.
Maria Goeppert-Mayer obtuvo su doctorado en Física en 1930 en
la Universidad de Gotinga a la edad de 24 años. Ese mismo año se casó y se fue
a Estados Unidos con su marido Joseph Mayer. El nepotismo universitario le
impidió conseguir un puesto de trabajo que correspondiera a su categoría,
ayudaba a los miembros del departamento de física con la correspondencia en
alemán. No consiguió percibir un sueldo por su trabajo como investigadora hasta
1960. Tres años más tarde recibió el Premio Nobel de Física por sus trabajos
sobre los núcleos atómicos.
Gerty Theresa Radnitz Cori nació en Praga donde estudió
medicina, en 1920 se doctoró y se casó
con Carl Cori. En 1922 emigraron a Estados Unidos y allí se vieron obligados a
abandonar el trabajo conjunto que habían realizado hasta entonces. Gerty se vio
asignada a trabajos rutinarios que no le satisfacían. A pesar de la prohibición
de trabajar juntos consiguieron esquivar esa imposición hasta que fue
descubierta y amenazada con el despido. Tres años más tarde publicaron sus
investigaciones sobre la tiroxina y con ello consiguieron detener no solo el
despido de Gerty sino también la
prohibición de investigar juntos.
LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA ES COSA DE
HOMBRES
Otra forma de
invisibilizar a las mujeres científicas es la ocultación de su actividad bajo
un apellido ya sea el de un hermano, padre o marido. Ese es el caso de las inventoras, debido a las leyes
que impedían a las mujeres patentar sus
inventos. El limpiaparabrisas, la cafetera melitta, el astrolabio, el lenguaje
cobol, etc. son inventos realizados por mujeres, seguramente hay otros muchos
que nunca se conocerán.
Aún hoy día
científicas tales como Maud Menten, Lynn Margulis, Biruté Galdikas,
cuyos nombres no aportan pistas inequívocas sobre su sexo aparecen mencionadas en los
textos y medios de comunicación como hombres. El estereotipo “la ciencia es cosa de hombres” aún prevalece.
2. EL TECHO DE CRISTAL
En la actualidad nos encontramos con una situación de igualdad legal pero no de igualdad real.
La ciencia es un reflejo de la sociedad y en ella se dan las mismas situaciones
de desigualdad que en otros ámbitos. Uno de los principales obstáculos al que
se tienen que enfrentar las mujeres investigadoras es el conocido como techo de cristal; Se denomina así a una
superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de
traspasar y que nos impide seguir avanzando. Su carácter de invisibilidad viene
dado por el hecho de que no existen leyes ni dispositivos sociales establecidos
ni códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limitación sino que
está construido sobre la base de otros rasgos que por su invisibilidad son difíciles
de detectar.
Existen estudios e informes a nivel español y europeo como El Libro Blanco1 sobre la
situación de las mujeres en la ciencia española, 2011 o el Informe She Figures
20122 cuyos datos revelan que aunque las mujeres son ya más de la mitad del alumnado
universitario apenas constituyen un tercio del personal dedicado a
I+D+I.
She Figures 2012
% mujeres
|
España 2010/11
% mujeres
|
|
Catedráticas de universidad
|
20% /11%
|
16.6%
|
Profesorado intermedio
|
37%
|
33.7%
|
Profesorado de base
|
44%
|
48.4%
|
Estudiantes
|
55%
|
60%
|
La falta de una buena política de
conciliación con la vida familiar se percibe como el principal obstáculo para
ascender, para poder romper con este techo de cristal. La maternidad es un
elemento determinante ya que la edad de máxima productividad científica
coincide con la edad fértil. Es muy ilustrativo de esta situación que a las
investigadoras se les pregunte muy a menudo sobre como compaginan su vida familiar y a los hombres nunca. En muchos casos el
papel de cuidadora familiar no da tregua, primero se cuida a la descendencia y
después a sus mayores. Compatibilizar la vida científica y la vida familiar
genera muchos problemas, desde la doble o triple jornada de trabajo hasta el
complejo de culpa por no poder abarcar todos los campos de forma satisfactoria.
Muchas mujeres científicas tienen
como pareja a otro científico. Lo habitual es que ellas adapten sus carreras a las de ellos y durante su vida profesional sufran
numerosas microdiscriminaciones ya que socialmente siempre se las considera
“ayudantes”. Hay científicas que opinan que en este momento ser viuda o soltera
es un plus para su valoración profesional.
MUCHAS
MUJERES EN ÁMBITOS CIENTÍFICOS PERO POCAS EN PUESTOS DE DECISIÓN.
Los sistemas de selección y
promoción tienen un fuerte sesgo de género. Hay informes1 que demuestran que es 2,5 veces más probable
que un hombre sea promocionado a catedrático que una mujer y 4 veces en el caso de que ésta tenga
hijas e hijos. El resultado es que en
estos momentos las mujeres representan el 35% del profesorado titular en el
sistema universitario español pero solo existe un 16% de mujeres catedráticas.
Existe un sesgo de género
inconsciente que se ha puesto de manifiesto en un experimento realizado en la
Universidad de Yale. Se pidió a profesoras y profesores de seis universidades
distintas que valoraran la candidatura de un recién graduado para la plaza de
director de laboratorio, se
diseñaron dos curriculums ficticios e
idénticos, solo variaba el nombre John para los chicos y Jennifer para las
chicas. El profesorado participante en la investigación debía calificar la
competencia e idoneidad para el puesto, así como la cantidad de salario y de
horas de tutoría que ofrecerían a cada uno. Los resultados fueron muy
concluyentes: el candidato John era más competente para el puesto, recibiría
mayor sueldo y más apoyo y más recursos
para desarrollar su carrera investigadora que Jennifer.
LA
CIENCIA NECESITA A LAS MUJERES
Las mujeres son necesarias en los
equipos de investigación porque aportan su propia visión y es
tan imprescindible como la de los hombres. Incluir a mujeres en las
investigaciones no es mejorar su situación, es mejorar la ciencia en general. Si
las mujeres hubieran estado presentes en los equipos de investigación sobre los
síntomas de infartos de miocardio se hubiese tenido en cuenta que estos son
distintos en hombres y mujeres, lo que ha provocado que los síntomas
de las mujeres se identifiquen más tarde y por tanto tengan un peor
diagnóstico; o que la endometriosis, una
enfermedad que afecta a 14 millones de mujeres en Europa solo fuese catalogada
como enfermedad grave en 2005, e incluso algo tan elemental como que los
cinturones de seguridad no estén diseñados pensando en las mujeres.
Una variable nueva a añadir al tema
del techo de cristal son la crisis y los recortes. Hay pocos datos pero será
interesante estudiar el fenómeno. Hasta ahora se sabe que hay menos mujeres haciendo el doctorado
en algunas universidades y que hay mas hombres con becas posdoctorales.
EL RECONOCIMIENTO DE LA ACTIVIDAD CIENTÍFICA: UNA
CUESTIÓN PENDIENTE
El abismo que existe entre la
situación de invisibilidad de las mujeres científicas en épocas pasadas y la
situación actual, con una mayoría de mujeres en los centros de investigación,
es muy grande pero falta todavía un gran trecho para alcanzar la igualdad real.
Es necesario romper el techo de cristal que impide a las mujeres científicas
alcanzar el reconocimiento denominado de alto nivel como son los premios, los
nombramientos honoris causa o su presencia en las Reales Academias. Está claro
que en jurados mayoritariamente o totalmente masculinos funciona el
fenómeno “boys club”, es decir, los
hombres solo “ven” a otros hombres. Solo se necesita un repaso a los premios
nobel otorgados a mujeres científicas para darse cuenta de esta situación de
desigualdad:
Premios Nobel de
Física
Marie Curie
(1903)
Maria
Goeppert- Mayer (1963)
Premios Nobel de
Química
Marie Curie (1911)
Irene Joliot-Curie (1935)
Dorothy Crowfoot-Hodgkin (1964)
Ada E.
Yonath (2009)
Premios Nobel de
Fisiología y medicina
Gerty Theresaa Radnitz Cori (1947),
Rosalyn Sussman Yalow (1977),
Barbara MacClintock (1983),
Rita Levi-Montalcini (1986)
Gertrude Belle Elion (1988)
Christiane Nüsslein –Volhard (1995)
Linda B.
Buck (2004)
Françoise
Barré –Sinoussi (2008)
ElizabethH.Blackburn
(2009)
Carol W. Greider
(2009)
¿CÓMO
ALCANZAR LA EQUIDAD?
Una
vez descritas algunas de las situaciones de desigualdad no se puede finalizar sin presentar las propuestas
existentes para corregir las desigualdades:
- Se necesitan cambios en la enseñanza de las ciencias para que la ciencia y la tecnología resulten atractivas para todas las personas. Hay que dar más visibilidad a las mujeres científicas para que las chicas encuentren “modelos”. Es necesario vencer la imagen masculinizada de la ciencia.
- Hay que reformar las instituciones científicas para reforzar la participación igualitaria y modernizar la gestión de recursos humanos. Hasta que no exista la paridad real, hay que optar por la acción positiva.
- Se necesitan verdaderas políticas de conciliación de la vida familiar y profesional que favorezcan un desarrollo profesional igualitario. Existen ya algunas iniciativas interesantes al respecto. Por ejemplo, ahora, tras cinco años de doctorado se concede un año más a las mujeres que han tenido un hijo en ese tiempo, porque se considera que el año de trabajo perdido por la maternidad debe ser compensado.
- Son necesarios programas específicos para que las instituciones contraten, promuevan y financien a las científicas en igualdad de condiciones con los científicos. Mientras existan desigualdades se necesitará paridad en las comisiones evaluadoras de premios y procesos de promoción.
- No se alcanzará la plena equidad hasta que un porcentaje muy importante de hombres entienda que es un derecho de las mujeres alcanzar la igualdad en el mundo científico-tecnológico.
TEXTO ESCRITO PARA BULBASAUR FANCINE Nº 3. BARCELONA. ABRIL 2014
ILUSTRACIONES: LAIA ARQUEROS CLARAMUNT
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