El pasado domingo falleció Marcella Pattyn, la última representante del movimiento religioso y social femenino: LAS BEGUINAS.
Este movimiento representa el modelo de vida femenina más libre e independiente de la historia. En una época, la edad media, en la que las mujeres solo podía estar o en un convento o bajo la autoridad de un marido, un padre o un hermano, ellas reclamaron su espacio y eligieron vivir en pequeñas ciudades, de casitas individuales, dedicadas a la caridad, al estudio y a la oración, sin tener que estar sometidas a una autoridad masculina. Solteras, casadas o viudas, solas o en grupo vivieron libres, activas y solidarias. Nunca fueron monjas ni nunca se sometieron a la autoridad de la iglesia; tampoco acataron los votos de pobreza, castidad y obediencia: solo rendían cuentas a su propia conciencia.
Beguinato de Lovaina (Bélgica). Foto. Teresa Claramunt
El movimiento de las beguinas dió al mundo de la cultura grandes nombres, sobre todo en el campo de la poesía. Han llegado hasta nuestros dias las obras de: Beatriz de Nazareth (Los siete grados del amor), Matilde de Magdeburgo (La luz resplandeciente de la divinidad), Margarita Porete (El espejo de las almas simples) y Hadewichj de Amber (Visiones), entre otras.
El fenómeno de las beguinas surgió en Bélgica y Holanda pero se extendió a Francia, España, Alemania y Polonia, su importante presencia duró hasta el siglo XVI. Hubo épocas en las que llegó a haber más de 100 beguinatos. Su retroceso se debió sobre todo a presiones políticas y religiosas que les inducían a volver al orden establecido. Fueron declaradas herejes y brujas. Pese a ello sobrevivieron algunos centros en Bélgica hasta el siglo XX. La muerte de Marcella Pattyn pone punto final a esta historia de mujeres libres.
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