09/02/2017
Marie Curie es la científica más importante y más
conocida, un nombre que casi todo el
mundo es capaz de recordar. No debe pues extrañarnos que sea la científica que
más veces he encontrado en mis lecturas. En la novela que se comenta a continuación su figura ejemplifica situaciones,
que ya hemos visto en otras entradas, de la serie CIENTÍFICAS EN LA LITERATURA DE FICCIÓN de este blog: se le rinde homenaje y es un referente para la protagonista de la novela La mujer que buscaba (2000) de la
escritora egipcia Nawal El Saadawi.
Antes de hablar de
La mujer que buscaba, habría
que señalar algunos aspectos sobre la personalidad de su autora, Nawal El
Saadawi. Nawal es una de las escritoras árabes de mayor prestigio. Estudió medicina, ha sido directora general de sanidad, fue encarcelada, se exilió y
volvió a Egipto después de la primavera árabe. Es feminista. Su trayectoria
vital queda reflejada en todas sus obras y se evidencia de forma especial en La
mujer que buscaba. Esta novela está protagonizada por Fouda, una mujer de
treinta y tantos años fascinada por la
química. Tiene un trabajo que no le gusta en el Ministerio de Bioquímica, porque su
mayor deseo es dedicarse a la investigación y lograr un descubrimiento. En la narración se
recoge de forma muy detallada la influencia que tuvo su profesora de química en
su amor por esta disciplina, por la
investigación, y por cómo le descubrió a
Marie Curie:
Todos los
profesores, tanto hombres como mujeres, adquirían características metálicas,
con una excepción la profesora de química.
(…) lo que más le llamaba la atención en ella era la voz,
que desprendía una fragancia tan dulce como la flor de azahar o una pequeña
flor de jazmín intacta. Fouda solía asistir a la clase de química con los ojos,
los oídos, la nariz y los poros abiertos a
esa dulce voz y las palabras penetraban por todas esas aberturas como el
aire puro y tibio.
Un día la voz le contó la
historia del descubrimiento del radio. Antes le había enseñado el nombre de los
hombres famosos que habían descubierto cosas. Ella la escuchaba mordiéndose las
uñas y se decía que, si fuera hombre, sería capaz de hacer lo mismo. Aunque no
lo tenía muy claro, sentía que el talento de aquellos descubridores no era
mayor que el suyo. Era evidente que, por
el mero hecho de ser hombres, ellos podían hacer cosas que a las mujeres les
resultaban imposibles. No porque fueran más capaces, sino porque esa
masculinidad era, por si misma, uno de los requisitos para el descubrimiento.
Sin embargo hubo una vez una
mujer que hizo un descubrimiento, una mujer como ella, no un hombre (págs: 36-37).
Otro aspecto muy importante a remarcar en esta novela es el papel que
juega la madre de la protagonista. Fouda es hija única y vive con su madre viuda,
pero su comportamiento en relación con el proyecto de vida de su hija contrasta con
el de las madres a las que me he referido con anterioridad. Ella le impulsa a
estudiar, aunque hubiese preferido que
estudiase medicina, y es la primera que le habló de Marie Curie:
“Tu
futuro está en los estudios, hija mía. Los hombres no sirven para nada” (pág.: 24), “Llegarás a ser famosa, como Madame Curie” (pág,: 32).
El tema de la soltería, de la soledad de las mujeres
que investigan, de las dificultades para formar una familia al uso más tradicional,
también está presente en esta narración. Las palabras del casero de Fouda no
pueden ser más clarificadoras al respecto:
¿Para qué
desperdiciar su juventud con
preocupaciones? Fíjese –le dijo señalando las calles- Mire como disfruta de la
vida la gente joven como Ud., mientras usted está aquí, en su laboratorio
sumida en su trabajo analítico y en sus investigaciones.
(…)
-Habla de la química como si
hablara del hombre a quien ama… ¿Ha estado enamorada alguna vez? (págs.:116- 117)
(…) Para
emprender una investigación de verdad hay que dedicarle la vida entera y
entonces uno pierde toda posibilidad de vivir la realidad (pág.: 138).
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