A lo largo del mes de octubre se conoce el nombre de las personas que han sido galardonadas con un premio nobel en sus diferentes modalidades. Desde su institución en 1901 solo 44 mujeres han sido merecedoras de ese galardón, menos del 5%. Algunas mujeres lo merecieron y no lo consiguieron. Por tal motivo se inicia esta serie con el objetivo de difundir sus aportaciones al conocimiento científico.
1. MARIANNE GRUNBERG-MANAGOO. Nació en San Petersburgo en el año 1921. Estudió en
Francia, país al que había emigrado su familia. Durante la Segunda Guerra
Mundial ejerció como profesora de Matemáticas y Ciencias Naturales en Nimes
(Francia) y posteriormente emigró a EE.UU. para continuar sus investigaciones.
A los 33 años descubrió la enzima ARN polimerasa conjuntamente con Severo
Ochoa, descubrimiento por el que Ochoa obtuvo el premio nobel de Fisiología y
Medicina en 1959. Para justificar tal
injusticia se dice que la Academia premió más el conjunto de trabajos de Ochoa
que el relacionado con el papel del enzima. Todo indica que Severo Ochoa no
tuvo nada que ver en ese tema, aunque tampoco se mostró especialmente generoso
con su antigua colaboradora, puesto que
no la mencionó durante la ceremonia de entrega del premio.
En 1961 fue nombrada directora de Investigación Bioquímica en
el CNRS y, más tarde, Jefa del Servicio de Bioquímica del Instituto de Biología
Fisicoquímica (IBPC) donde continúo su
trabajo en la investigación del código genético y la regulación de la expresión
génica
Años más tarde, en
1967 fue la primera mujer en conseguir el puesto de profesora asociada en la
Universidad de Harvard. También fue la primera mujer en dirigir la Unión
Internacional de Bioquímica. En el año 2002 recibió el premio l´Óréal-Unesco por su
trayectoria vital y su contribución al progreso científico.
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